El ser humano tiene dos pasiones
filosóficas en su vida social, la justicia y la libertad. Si ambas pasiones se
debilitan, entonces actividades como la política o la economía pierden toda
dignidad y mérito y se vuelven inmorales. Los gobernantes deberían vivir estas
dos pasiones y cuando hablan de educación deberían entender que es aquella experiencia humana que despierta y mueve esas dos pasiones. Porque, ¿qué es una educación sin el ideal de
la justicia y de la libertad? Pues simplemente competitividad, esa palabra
talismán que los políticos del PP, unos mediocres intelectuales e imbéciles
morales, emplean para conjurar la actual coyuntura de crisis económica. Una
palabra cuya definición léxica es “rivalidad para la consecución de un fin”.
Pero, ¿acaso se puede rivalizar en la consecución de la justicia y de la
libertad? ¿Puede haber ganadores y perdedores, aprobados y suspensos,
promocionados y repetidores en el logro de esos dos máximos ideales de la
cultura humana? La competitividad no es una capacidad para fomentar y potenciar
esos dos ideales culturales, sino para conservar los intereses crematísticos y
aumentar las actividades lucrativas de un pequeño número de personas, los
ricos, y sólo sirve para legitimar
una forma de gobierno, la plutocracia, que representa un poder injusto y
liberticida para la mayoría de la sociedad. Escuchemos a sus defensores, con
esa seriedad y arrogancia que reviste la estupidez humana y el fracaso de
nuestra inteligencia:
¿Qué quiere la gente del pueblo?
Que la dejen vivir en paz, progresar materialmente, tener a su disposición los
remedios a sus enfermedades y que sus hijos disfruten de una educación de
calidad e inclusiva sin ninguna clase de segregación, que les proporcione
oportunidades y con ellas superar los condicionantes económicos de partida, como
sólo la educación pública puede garantizar o el control presupuestario de la
educación concertada. Parece mentira que algo tan elemental lo hayan olvidado
los actuales gobernantes del PP, para quienes la educación o está al servicio
de la plutocracia o no está si la alternativa es estar al servicio del pueblo. Cómo si no entender los drásticos recortes en la educación pública, que no es otra cosa que dejar sin futuro ni esperanza a los más desfavorecidos de nuestra sociedad por la brutal competitividad. Resultan
refrescantes para la memoria los siguientes pensamientos ilustrados del
venezolano Simón Rodríguez
(1771-1855) sobre la misión moral de los gobernantes de garantizar la educación
del pueblo:
Recuerdo una tira cómica de Quino en la que en la primera viñeta Mafalda lee en un diccionario
la definición etimológica de democracia y en las tres siguientes se parte el
culo de risa. No conozco nada mejor para expresar esa realidad virtual en la que la ideología ultraliberal presiona desde hace ya unas cuántas décadas para recluirnos. Merece la pena verlas:
Podemos seguir llamando
democracia a un sistema político en el que quien gobierna sólo se dirige al
pueblo para solicitar sus votos mediante procedimientos demagógicos y que
después toda su acción de gobierno se realiza en contra de los intereses de ese
mismo pueblo, incluso contradiciendo su programa electoral, por lo que ese pueblo
ya no ejerce de hecho ninguna soberanía.
Nada bueno podemos esperar de ese gobierno. Y mucho menos una buena
educación que nos haga amantes de la justicia y de la libertad, porque esas dos
pasiones se consideran su mayor peligro y amenaza, y tratarán por todos los
medios de erradicarlas de la educación de los niños y los jóvenes. La educación
se convertirá con esos demagogos al servicio de la oligarquía instaurada en
cada país y verdadero gobierno no electo en la sombra, en un grosero ejercicio
de competitividad, llenándose la boca con palabras como excelencia cuando sus
mentes sólo piensan en una palabra, negocio. La educación nunca mejorará con
esta clase de gobernantes, que han traicionado la democracia y han hecho de la
política la profesión más indigna, al prostituir la soberanía popular en
beneficio de los ricos. No perdamos más tiempo con estos políticos, no
esperemos nada de ellos. Pero tampoco nos resignemos. Enfrentémonos,
desobedezcamos sus leyes, ocupemos todos los intersticios de su ilegítimo
poder, utilizemos todas sus contradicciones, que también son las nuestras, para
defender la justicia y la libertad, y con ellas los dos contenidos
fundamentales de la educación, que o bien es cívica o bien es criminal. Escuchemos ahora a George Carlin, cuya incisivas palabras tienen un
efecto catártico en la medida que arrastra, como el agua la suciedad, toda
nuestra idiotez como ciudadanos temerosos, pasivos, obedientes y crédulos:
Si alguien tiene todavía alguna
duda sobre las intenciones de los representantes políticos del PP en materia de
educación, si le parece que mi argumentación es arbitraria y sesgada
ideológicamente, entonces que escuche por segunda vez, pero esta vez con el
campo semántico de la competitividad suficientemente ampliado, el concepto de
educación que tienen los actuales gobernantes del PP, para quienes la educación
tiene que estar al servicio de la economía y de las empresas, y se tiene que
prestar, como fiel auxiliar, a su campo de experimentación (prácticas de
empresa) y adoctrinamiento (emprendeduría).
Dicho con otras palabras, expulsemos de las escuelas las ideas de justicia y
libertad e instauremos el dominio de la utilidad y el beneficio. Pero como su
ignorancia no tiene límites, por no saber no saben que una economía política
para ser legítima se fundamenta en una filosofía moral. Adam Smith primero
publicó su ensayo La teoría de los
sentimientos morales (1859) y diecisiete (sic) años después su
investigación La riqueza de las naciones
(1776):
El genuino acto revolucionario que un profesor puede hacer hoy en día de
subversión del poder del PP y de crítica de su ideología ultraliberal, que
omite la filosofía moral de su propia tradición, ya no puede ser otro que ejercer la docencia como si se tratase de un combate cultural en su respectivo centro de enseñanza. Pasar por encima de los currículos, cambiar la naturaleza de las evaluaciones, llenar el espacio del aula de aquel espíritu ilustrado que armonizaba el ideal de la justicia con el ideal de la libertad. La barricada está en su
palabra valiente, que debe servir para frenar la barbarie del utilitarismo más
grosero, y las armas están en su pensamiento crítico y en su anhelo de emancipación de toda forma de idiotización. Hay que ejercer la docencia como un acto revolucionario poniendo nuestros más nobles ideales de civilidad al serviciode la educación de unos ciudadanos justos y libres.
August Mann