DEDICATORIA

Este blog está dedicado a los padres que se pasan horas y horas ante el televisor, mientras sus hijos pasan horas y horas ante la consola, y también está dedicado a los maestros que van al trabajo como quien va a la oficina, como una rutina más de su vida, que han perdido el afán de aprender (¿lo tuvieron alguna vez?) y por ello son incapaces de transmitir el más mínimo entusiasmo por los misterios del mundo a sus desafortunados alumnos.

jueves, 30 de enero de 2014

UN LIBRO DIGITAL SOBRE A. S. NEILL


Un amigo de este blog nos ha proporcionado el enlace a su libro digital sobre Neill. Se trata de una reflexión crítica sobre la figura de este pedagogo radical y su aportación a la crítica del modelo tradicional de docencia y escuela.

Puede accederse al texto libremente en este enlace.

El autor nos ha permitido publicar parte de su introducción, como muestra de sus intereses a la hora de dedicar un trabajo a este autor tan controvertido.

Héloïse La Nouvelle






Estas notas son el resultado de la lectura completa de su libro y de los textos citados en la bibliografía. Por supuesto, no es un documento cerrado, y el lector encontrará numerosas secciones y párrafos acabados en puntos suspensivos, en tanto que el autor tiene en cuenta que en esos lugares falta información importante. En sucesivas ediciones se llegarán a completar las lagunas informativas que aparecen en el texto. Por ejemplo, con la próxima incorporación a las notas del resultado de la lectura del libro Summerhill hoy, escrito por la hija de Neill, Zoë, en 2006 y publicado en España en 2012.
Estas notas responden a un propósito de divulgación de las ideas pedagógicas de Neill, unas ideas que pueden ser útiles para una revisión crítica de las funciones de la escuela convencional. Esto no significa que apostemos decididamente por un modelo escolar basado en Summerhill. Puede que como escuela privada sea viable, considerando que se trata de un centro donde los alumnos residen y están en cierta manera aislados del mundo e incluso de sus padres. Es muy probable que sólo así sea posible mantener un proyecto como el de Summerhill, pero desde el punto de vista de las necesidades de la educación pública, Summerhill genera un entorno excesivamente cerrado y comunitarista, cuando no adquiere visos de sectarismo; un lugar donde niños de clase media-alta se desarrollan libres y ajenos a un mundo lleno de maldad. En algún momento, Neill afirma que Summerhill es una especie de burbuja protectora y que es necesario que sea así. También es cierto que esta famosa escuela, hoy todavía en funcionamiento, no puede entenderse cabalmente sin la figura de su fundador, fallecido en 1973 pero todavía presente en ella de la mano de su hija Zoë y de alguno de sus nietos, que están vinculados a la gestión del centro y la preservación de su obra.
Ellos continúan aportando a Summerhill ese elemento personal que sirve de modelo a los alumnos del centro, que se organizan ellos mismos a través de una asamblea democrática. La figura del adulto protector es ineludible, por mucho que Neill pretendiera desentenderse de esa figura _y no faltan testimonios de que de alguna manera consiguió pasar desapercibido como figura de autoridad_ a través de una propuesta de educación negativa que quiere desplazar, al menos nominalmente, al maestro como tutor del desarrollo de los alumnos. Pero no, por mucho que los niños sean capaces de autorregularse y de educarse al margen de una sociedad neurótica y unos padres que por muy competentes que sean tampoco se libraran de ciertas neurosis, en realidad esos niños, todos los niños, necesitan una figura adulta en quien confiar en última instancia. Pero esto no es en absoluto una concesión a la pedagogía tradicional, porque, como dijo Rousseau, esa figura adulta debe ser lo más cercana posible al mundo infantil, debe ser capaz de aproximarse al esquema mental de los niños y entenderlo.
No obstante, todo esto supone un gran inconveniente para una propuesta escolar dentro del sistema público. Lo cual no es excusa para desentenderse de Neill. Con él pasa lo mismo que con Marx: ya nadie cree en el comunismo como alternativa a los males del capitalismo, pero no por ello hay que descartar la crítica marxista al capitalismo. Por lo mismo, no podemos dejar de lado la crítica de Neill a la escuela convencional, en sus formas tradicionales o en sus manifestaciones más progresistas. El discurso de Neill va al fondo de la cuestión, es decir, cuáles son las finalidades de la educación y si los métodos que seguimos son coherentes con esos fines. Al menos esto es absolutamente cierto: sus métodos eran coherentes con sus fines.
La pretensión de estas notas reunidas en forma de libro es, pues, recuperar los argumentos críticos de Neill contra la escuela convencional. Son argumentos imprescindibles para un proyecto de pedagogía crítica. Más aún, ineludibles argumentos para una revisión de la didáctica en vistas a hacerla compatible con los últimos avances científicos: inteligencias múltiples, gestión de las emociones en el aula, la cuestión del interés en los procesos de enseñanza y aprendizaje, etc. Siguiendo sus pasos, el lector descubrirá que las ideas de Neill no desentonan con los últimos desarrollos de la teoría de la educación, cuando no se adelanta a ellos.
 
Josep Pradas
 

miércoles, 15 de enero de 2014

LOMCE: CREDERE, OBEDIRE…



UNIDAD DIDÁCTICA 

SOBRE EL VALOR DE OBEDECER


Primer día de clase de la asignatura Valores Éticos, alternativa a la Religión. En realidad, Religión debería catalogarse como Alternativa a Conocimiento, pero siguen siendo las otras asignaturas las alternativas a, como si Religión fuese la primera opción cognitiva. Es el valor de creer. Importante, porque sin el valor de creer asumido, es difícil activar el valor de obedecer.

Entrando en materia. El profesor de la asignatura entra en la clase, serio y compuesto. Esto es importante. Inmediatamente pide a los alumnos que se levantes de sus asientos. Todos en pie. Naturalmente, algunos van a quedarse sentados. Posiblemente se imponga el silencio, porque la orden va a producir cierto impacto entre los alumnos. Seguidamente, el profesor pedirá que se identifiquen los alumnos que se han quedado sentados. Anotará sus nombres y de quienes protesten. Sin dar mayores explicaciones. Y finalmente pedirá que tomen asiento.

_Esta es la primera lección de la asignatura: el valor de obedecer_ dirá.

Seguidamente preguntará a los que no se han levantado, por qué han desobedecido. Les pondrá un positivo. ¡Vaya mierda!, dirán los que obedecieron. Expresarán su malestar alegando excusas. La respuesta pertinente del profesor: si no os gustaba la idea, ¿por qué habéis actuado así? Los que han obedecido han creído que iba en serio, y han temido las consecuencias de desobedecer al señor profesor. El miedo se ha impuesto sobre su voluntad, y se han comido la mierda.

La pregunta siguiente: ¿de verdad puede tener valor algo que se activa por el miedo? En realidad, los alumnos han creído que su profesor ejerce un cierto poder, y ese poder ha podido más que su resistencia a obedecer. Pero no se han preguntado por el valor ético de su obediencia: ¿puede tener valor el deber de actuar por la voluntad de otro? ¿Hay que creerse esto para aprobar la asignatura? (seguro que algunos alumnos se lo preguntan). ¿Qué valor puede tener la obediencia frente a la posibilidad de actuar según la voluntad de cada uno? ¿No es eso la libertad de poder elegir que tanto alaban los ideólogos del liberalismo económico? ¿No será que esa libertad estará en realidad limitada a las diversas marcas de productos en el supermercado? Creer y obedecer servirán, pues, de límites a esa peligrosa herramienta que es la voluntad individual, la libertad de pensar.

_Pero, ¿quién soy yo? ¿Cómo es posible que yo represente tanto poder?_ se pregunta el profesor.

El profesor, efectivamente, representa al poder en la institución escolar. Puede aprobar, suspender, amonestar, arruinar tu vida futura. Es el eslabón principal de la cadena que te colgarán cuando seas adulto, esa cadena que te atará para siempre a la gran rueda. Él mismo forma parte de la gran rueda, es un pequeño resorte que se  rige por el movimiento general del conjunto de ruedas, desde la primera hasta la última, transmitiendo un flujo de órdenes desde arriba hasta abajo de todo, donde están esos aspirantes a adultos deseosos de integrarse en ese flujo de movimiento. Pero aún están a tiempo de captar el carácter impositivo de toda esta gran mentira. Se trata de captar el valor cívico de la incredulidad. No te tomes en serio a ese profesor estirado que ordena que te levantes. Un día te ordenarán que pulses un botón que activará un misil, y también te lo creerás. Todas las catástrofes morales han sido más fruto de la obediencia crédula que de la desobediencia incrédula. La bomba atómica, los campos de exterminio, las grandes batallas, las guerras civiles, los desastres ecológicos, la explotación laboral, son el resultado de complejos procesos de credulidad y obediencia. Así que es muy importante que la incredulidad y la desobediencia sean dotadas de valor cívico. Sin ellas, los negros americanos todavía rezarían aparte, comerían aparte, estudiarían aparte; sin ellas, las mujeres musulmanas no pueden conducir, no pueden estudiar, no pueden hablar. Ese es el valor de la obediencia y la credulidad.

Pero si los alumnos prestan atención, no resulta tan difícil obstaculizar el flujo de la obediencia y la credulidad. La gran rueda queda lejos, y naturalmente será muy difícil y costoso pararla. Un individuo no es nada más que un grano de arena. Y la gran rueda dispone de muchos individuos dispuestos a obedecer. El profesor, por ejemplo, su pequeño transmisor de órdenes. Pero fíjense ustedes, alumnos, que es muy fácil inutilizar toda la energía que se invierte en hacer circular las órdenes desde arriba hasta al profesor: basta con desobedecer al profesor y dejar de creer en todo lo que dice sobre el valor de obedecer, según se puede leer en el libro de la asignatura “Valores Éticos”. El profesor no es más que un sicario, un minúsculo obediente por temor del poder, incapaz de asumir el valor de la libertad de pensar.


Héloïse La Nouvelle