UNIDAD DIDÁCTICA
SOBRE EL VALOR DE OBEDECER
Primer día de clase de la asignatura Valores Éticos,
alternativa a la Religión. En realidad, Religión debería catalogarse como
Alternativa a Conocimiento, pero siguen siendo las otras asignaturas las
alternativas a, como si Religión fuese la primera opción cognitiva. Es el valor
de creer. Importante, porque sin el valor de creer asumido, es difícil activar
el valor de obedecer.
Entrando en materia. El profesor de la
asignatura entra en la clase, serio y compuesto. Esto es importante.
Inmediatamente pide a los alumnos que se levantes de sus asientos. Todos en
pie. Naturalmente, algunos van a quedarse sentados. Posiblemente se imponga el
silencio, porque la orden va a producir cierto impacto entre los alumnos.
Seguidamente, el profesor pedirá que se identifiquen los alumnos que se han
quedado sentados. Anotará sus nombres y de quienes protesten. Sin dar mayores
explicaciones. Y finalmente pedirá que tomen asiento.
_Esta es la primera lección de la asignatura:
el valor de obedecer_ dirá.
Seguidamente preguntará a los que no se han
levantado, por qué han desobedecido. Les pondrá un positivo. ¡Vaya mierda!,
dirán los que obedecieron. Expresarán su malestar alegando excusas. La
respuesta pertinente del profesor: si no os gustaba la idea, ¿por qué habéis
actuado así? Los que han obedecido han creído que iba en serio, y han temido
las consecuencias de desobedecer al señor profesor. El miedo se ha impuesto
sobre su voluntad, y se han comido la mierda.
La pregunta siguiente: ¿de verdad puede tener
valor algo que se activa por el miedo? En realidad, los alumnos han creído que
su profesor ejerce un cierto poder, y ese poder ha podido más que su
resistencia a obedecer. Pero no se han preguntado por el valor ético de su
obediencia: ¿puede tener valor el deber de actuar por la voluntad de otro? ¿Hay
que creerse esto para aprobar la asignatura? (seguro que algunos alumnos se lo
preguntan). ¿Qué valor puede tener la obediencia frente a la posibilidad de actuar
según la voluntad de cada uno? ¿No es eso la libertad de poder elegir que tanto
alaban los ideólogos del liberalismo económico? ¿No será que esa libertad
estará en realidad limitada a las diversas marcas de productos en el
supermercado? Creer y obedecer servirán, pues, de límites a esa peligrosa
herramienta que es la voluntad individual, la libertad de pensar.
_Pero, ¿quién soy yo? ¿Cómo es posible que yo
represente tanto poder?_ se pregunta el profesor.
El profesor, efectivamente, representa al
poder en la institución escolar. Puede aprobar, suspender, amonestar, arruinar
tu vida futura. Es el eslabón principal de la cadena que te colgarán cuando
seas adulto, esa cadena que te atará para siempre a la gran rueda. Él mismo
forma parte de la gran rueda, es un pequeño resorte que se rige por el movimiento general del conjunto
de ruedas, desde la primera hasta la última, transmitiendo un flujo de órdenes
desde arriba hasta abajo de todo, donde están esos aspirantes a adultos
deseosos de integrarse en ese flujo de movimiento. Pero aún están a tiempo de
captar el carácter impositivo de toda esta gran mentira. Se trata de captar el
valor cívico de la incredulidad. No te tomes en serio a ese profesor estirado
que ordena que te levantes. Un día te ordenarán que pulses un botón que
activará un misil, y también te lo creerás. Todas las catástrofes morales han
sido más fruto de la obediencia crédula que de la desobediencia incrédula. La
bomba atómica, los campos de exterminio, las grandes batallas, las guerras
civiles, los desastres ecológicos, la explotación laboral, son el resultado de
complejos procesos de credulidad y obediencia. Así que es muy importante que la
incredulidad y la desobediencia sean dotadas de valor cívico. Sin ellas, los
negros americanos todavía rezarían aparte, comerían aparte, estudiarían aparte;
sin ellas, las mujeres musulmanas no pueden conducir, no pueden estudiar, no
pueden hablar. Ese es el valor de la obediencia y la credulidad.
Pero si los alumnos prestan atención, no
resulta tan difícil obstaculizar el flujo de la obediencia y la credulidad. La
gran rueda queda lejos, y naturalmente será muy difícil y costoso pararla. Un
individuo no es nada más que un grano de arena. Y la gran rueda dispone de
muchos individuos dispuestos a obedecer. El profesor, por ejemplo, su pequeño
transmisor de órdenes. Pero fíjense ustedes, alumnos, que es muy fácil
inutilizar toda la energía que se invierte en hacer circular las órdenes desde
arriba hasta al profesor: basta con desobedecer al profesor y dejar de creer en
todo lo que dice sobre el valor de obedecer, según se puede leer en el libro de
la asignatura “Valores Éticos”. El profesor no es más que un sicario, un
minúsculo obediente por temor del poder, incapaz de asumir el valor de la
libertad de pensar.
Héloïse La Nouvelle
No hay comentarios:
Publicar un comentario