DEDICATORIA

Este blog está dedicado a los padres que se pasan horas y horas ante el televisor, mientras sus hijos pasan horas y horas ante la consola, y también está dedicado a los maestros que van al trabajo como quien va a la oficina, como una rutina más de su vida, que han perdido el afán de aprender (¿lo tuvieron alguna vez?) y por ello son incapaces de transmitir el más mínimo entusiasmo por los misterios del mundo a sus desafortunados alumnos.

martes, 29 de mayo de 2012

CULTURA DEL ESFUERZO

Una perspectiva neurocientífica


Cada día es más que evidente que la neurociencia avala las propuestas de la teoría de las inteligencias múltiples (Gardner). Por ejemplo, estudios sobre personas dotadas de oído musical absoluto (capaces de averiguar qué nota es cualquiera que oigan, o reproducir cualquiera que se les pida), manifiestan una gran actividad en áreas específicas de su cerebro, centradas en el plano temporal izquierdo. Se supone, además, que hay una base genética que favorece el desarrollo de esas áreas, complementado con la práctica continuada de la actividad musical (esfuerzo).

Según Gazzaniga, no es que la práctica intensiva, como el entrenamiento de los atletas, genere excelencia por sí sola, sino que la base genética predispone a una mayor facilidad para llevar a cabo esa práctica intensiva que favorece la excelencia. En esto, la neurociencia se opone a la teoría conductista del entrenamiento como factor determinante de la excelencia. Gazzaniga cita varios estudios (Richard Ivry y Anders Ericsson) realizados para mostrar una relación entre el factor esfuerzo y el resultado de la excelencia. Según Gazzaniga, estas interpretaciones conductistas son demasiado simples y confunden correlación con causalidad.

Ya hemos tenido ocasión de reflexionar sobre las teorías que entienden la excelencia como resultado del esfuerzo mecánico, a modo de entrenamiento intensivo. En esta entrada (cultura de l'esforç) hay un vídeo donde un jovencito japonés pasa muchas horas haciendo operaciones aritméticas. Sin embargo, el hecho de que en cada persona pueda darse una predisposición natural hacia algún área intelectiva (cinética, musical, social, lingüística, matemática, etc.), y al margen de un predisposición genética hoy por hoy no demostrada tajantemente, explica que una persona concreta será más proclive a dedicar más tiempo a la práctica de determinadas actividades, de forma que va adquiriendo mayor competencia en ese campo, a la vez que su cerebro se va modificando en esa misma dirección, hasta alcanzar ciertos niveles de excelencia. Pero ese logro no debe considerarse efecto de una actividad de esfuerzo, en el sentido de entrenamiento intensivo que supone enormes sacrificios y renuncias, sino efecto de una actividad quen produce placer: el músico dedica más horas a practicar su instrumento porque precisamente disfruta de esa actividad.

De esta forma se desmonta el argumento conductista puro sobre la excelencia como fruto de una actividad de esfuerzo. Michael Jordan, reflexiona Gazzaniga, consigue trofeos en la NBA, pero seguramente no podría conseguir un Nobel en Física, aunque dedicase el mismo esfuerzo a esta actividad. No lo hará si no se siente cómodo en ella, porque es una actividad muy específica que requiere cualidades propias de un tipo de inteligencia específica; por la misma razón, un Noble de Física no ganarña trofeos en la NBA por muchas horas que practique en la cancha. 

La excelencia no es fruto del esfuerzo, sino del placer.

Héloïse La Nouvelle







BIBLIOGRAFÍA
Gazzaniga, M., El cerebro ético.Barcelona, Paidós, 2006, cap. 4.

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1 comentario:

  1. Hace muchos años que se sabe ya que uno no 'repite' actividades mecánicamente buscando una gratificación futura, es decir, estando extrínsicamente motivado, sino que se entrega a la práctica porque está intrínsicamente motivado para ello, es decir, siente 'placer' en la realización de la actividad, como dice Heloïse. Por supuesto, si la práctica le es menos 'costosa' en esfuerzo, estará más 'motivado' aún, y si está 'dotado' -o genéticamente predispuesto, para ser más correctos- para ella, todavía más, puesto que se verá como alguien 'competente' y eso retroalimenta el autoconcepto.
    En realidad, cuanto más 'costosa' la actividad y más esfuerzo implicado, menos destreza y menos motivación intrínseca, ya va siendo hora de que los conductistas se vayan dando cuenta. De ahí la necesidad de detectar las áreas en las que cada persona es más 'inteligente', porque las tareas que requieran de ella serán realizadas con mayor facilidad, diligencia, competencia y probabilidad de éxito.

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